Pero el 4to grado recibimos un compañero nuevo. Sin siquiera nosotros pensarlo ni pedirlo tomó la posición que nadie quería jugar: de portero! Nunca lo habíamos visto jugar pero perder un año más no iba a hacer que nos sintiéramos peor.
Sin embargo ese año gracias a sus habilidades verdaderamente asombrosas de portero hizo que ganáramos los 3 partidos que tuvimos que jugar y lograr ser los campeones del año. Desde ese momento hasta que terminamos la escuela en sexto grado (3 campeonatos seguidos), salimos campeones en cada torneo de fútbol y jugando verdaderamente bien.
Esta historia tan simple nos marcó a muchos de los que formamos parte de ese grupo de «perdedores» que por tres años perdieron todos los partidos que jugaban pero que apenas pudimos incorporar este nuevo compañero pudimos cambiar el resultado. Con su aporte al equipo, él nos puso a jugar mejor a todos.
Esto nos enseñó varias cosas:
- A veces menospreciamos a la gente (muchas veces solo por ser nuevos) y pensamos que no tienen nada que aportar a nuestro equipo / grupo (de trabajo o lo que sea) y nos perdemos del aporte que una persona nueva pueda dar.
- A veces cuándo un grupo está junto mucho tiempo y las cosas no salen como queremos lo que ocupamos para tener éxito es una persona nueva, con ganas de hacer las cosas bien, con nuevas ideas, con nuevas formas de hacer las cosas, un cambio que nos incentive a todos a hacer las cosas mejor.
- A veces hay que tomar sacrificios y hacer las cosas que nadie más quiere hacer para que el equipo completo pueda tener éxito.
Muchos equipos ocupan una persona que pueda hacer a los demás sentirse seguros y hacerlos mejores. Cuando consigas en tu equipo esa persona que logre dar eso a los demás miembros de tu equipo, estarás más cerca que nunca de poder alcanzar el objetivo que querías.
Por supuesto: nunca menosprecies a nadie, ni siquiera al más nuevo…